FICHA TÉCNICA
Título: La vida de Brian
Título original: Life of Brian
Dirección: Terry Jones
País: El Reino Unido
Año: 1979
Duración: 94 min.
Género: Comedia
Calificación: No recomendada para menores de 18 años
Reparto: Graham Chapman, John Cleese, Terry Gilliam, Eric Idle, Terry Jones, Michael Palin,
Terence Bayler, Carol Cleveland, Kenneth Colley, Neil Innes, Charles
McKeown, John Young, Gwen Taylor, Sue Jones-Davies, Peter Brett, John
Case, Chris Langham, Andrew MacLachlan, Bernard McKenna, Spike Milligan
Distribuidora:
Manga Films
Productora: HandMade Films, Python (Monty) Pictures
Presupuesto: 4.000.000,00 $
Agradecimientos: Keith Moon
Animación: Terry Gilliam
Departamento artístico:
Alan Seabrook, Arthur Wicks, Bunny Southall, Craig Hillier, Darryl
Paterson, David Wiggins, Dennis Harrison, Eric Nash, Geoffrey Hartman,
Gordon Izod, Gordon Phillips, Graham Bullock, Hassen Soufi, Hassine
Soufi, John Beard, John Margetts, John Patterson, John Spottiswood,
Lotfi Layourni, Michael Melia, Mohammed Azounadhea, Nobby Clark,
Patricia Christian, Peter Dunlop, Peter Grant, Peter Verard, Richard
Jones, Robert Mason, Roy Clarke
Departamento editorial: John Mister, Rodney Glenn
Departamento musical: André Jacquemin, Keith Grant, Marcus Dods, Steve James
Dirección artística: Roger Christian
Diseño de producción: Terry Gilliam
Efectos visuales:
Dennis De Groot, Kate Hepburn, Keith Short, Kent Houston, Michael
Beard, Paul Whitbread, Roger Pratt, Rupert Ashmore, Tim Ollive, Tony
Andrews, Valerie Charlton
Fotografía: Peter Biziou
Guión: Eric Idle, Graham Chapman, John Cleese, Michael Palin, Terry Gilliam, Terry Jones
Maquillaje: Diana Webber, Elaine Carew, Faouzia Choura, Fatma Jaziri, Ken Lintott, Kenteas Brine, Maggie Weston, Sue Ignatius
Montaje: Julian Doyle
Música: Geoffrey Burgon
Producción asociada: Tim Hampton
Producción ejecutiva: George Harrison
Productor ejecutivo: Tunisia: Tarak Ben Ammar
Sonido:
Christopher T. Welch, David Watts, Dushko Indjic, Garth Marshall, Hugh
Strain, John Foster, Philip Chubb, Simon Bailey, Tony Orton
Vestuario: Charles Knode, Hazel Pethig Leila Turki, Nick Ede, Sue Cable, William Pierce, Zoulfikha Keari.
Sinopsis.
Brian nace en un pesebre de Belén el mismo día que Jesucristo. Un cúmulo
de desgraciados y tronchantes equívocos le harán llevar una vida
paralela a la del verdadero Hijo de Dios. Sus pocas luces y el ambiente
de decadencia y caos absoluto en que se haya sumergida la Galilea de
aquellos días, le harán vivir en manos de su madre, de una feminista
revolucionaria y del mismísimo Poncio Pilatos, su propia versión del
calvario.
Interesante.
Esta comedia satírica e irreverente de los Monty Python (Graham Chapman,
John Cleese, Terry Gilliam, Terry Jones, Michael Palin y Eric Idle),
nació como una burla inocente y casual en respuesta a la curiosidad de
un periodista inoportuno. Jesucristo: ansias de gloria se convirtió en La vida de Brian
por la necesidad de evitar acusaciones de blasfemia o sacrilegio, pero
sirvió para ganar en inteligencia y no perder un ápice de mordacidad. En
todo caso, no impidió que las productoras británicas, a pesar del tirón
popular del sexteto que garantizaba una suculenta taquilla, se
desmarcaran de un proyecto que financió finalmente el ex-Beatle George
Harrison y su productora HandMade Films.
Como toda comedia que se interne en el restringido reino de la
excelencia, es una película muy seria aunque su forma no puede ser más
desternillante. De entrada, es estúpido hablar de irreverencia. La fe,
como la justicia y el amor, es a la vez ciega, y si hablamos de la fe
cristiana oficial, es incluso paranoica (al menos en España). La
película, lejos de obsequiar a los católicos con un lúcido y agudo
ataque en exclusiva, es en cambio una denuncia general, no deja títere
con cabeza, tira contra todos. Pero es que además, no carece de rigor en
la construcción de época y manera de pensar, en el reflejo histórico
del momento, reflejo que sirve además como vehículo de humor al ser
contrastado con gags, chistes y bromas en clave actual.Por si se da el improbable caso de que alguien no la haya visto, la trama, o más bien el pretexto para hora y media de descojone continuo, se centra en la figura de Brian, un muchacho nacido en Belén el mismo día y a la misma hora que Jesús (de Nazaret, y no de Belén, matiz curioso que daría para mucho pero que no es objeto de este artículo), en un establo dos casas más allá del escogido por José y María. Los Reyes Magos, que se equivocan de portal, son el primer indicio de lo que le aguarda a Brian en su vida, la suplantación, la asunción de un papel que no le corresponde. Hijo bastardo de un noble romano que violó a su madre (bueno, al principio sí la violó, luego…), ciudadano romano en la convulsa (como siempre) Palestina del siglo I, en la que grupúsculos radicales judíos conspiran contra el dominio romano, será considerado un nuevo Mesías al que seguidores de diferentes corrientes (la sandalia y la calabaza) no harán sino pedirle, cual Obama, milagros imposibles de cumplir, fieles por los que se inmolará involuntariamente en la cruz mientras todos lo abandonan, con los acordes de Always look on the bright side of life.
La colección de gags es inolvidable y desternillante, interminable de relatar por completo, pero a modo de resumen: los Reyes Magos que se equivocan de portal, una canción de cabecera al estilo Shirley Bassey en las películas de Bond, un sermón de las bienaventuranzas un sábado por la tarde a la hora del té ante un público ultra y friki, un Poncio Pilatos que no pronuncia la ‘r’ (al pretender liberar a Barrabás) y un Pijus Magníficus que no pronuncia la ‘s’ (en el caso de Sansón “el asesino saduceo”, Silas de Siria “el sagaz” o los “Sesenta y seis sediciosos de Cesarea”), la fila de la crucifixión, la clase de latín impartida por un centurión gladius en mano, el OVNI, la lapidación del sacerdote, el regateo en el puesto de barbas, el ex-leproso, el registro por los soldados romanos de la guarida del Frente Popular de Judea, el secuestro de la mujer de Pilatos, los debates políticos del FPJ, el eremita con voto de silencio que pronuncia su primera palabra en cuarenta años cuando le pisan el pie, el pelotón suicida…
Con buen criterio, el grupo prohibió el doblaje a otras lenguas de la película, detalle que en España no se ha respetado en los pases televisivos. El competente doblaje español no evita sin embargo que la película pierda muchos enteros si no se disfruta en versión original, con el despliegue interpretativo de unos cómicos que interpretan todos los personajes importantes con sus cambios de voz, de gestualidad, de carácter. Bombazo en las taquillas de todo el mundo durante años (hasta tres en las carteleras de Madrid), las críticas “serias” por su falsa irreverencia, en realidad sátira ácida y muy inteligente (o por eso mismo), no se hicieron esperar. Porque la película, risas aparte, tiene mucha miga.
En primer lugar, retrata acertadamente el clima de la época. Quienes tienen fe por lo general olvidan la auténtica atmósfera histórica de una geografía en la que Jesús pudo salirse con la suya. Al igual que ocurriría en la Cristiandad con la llegada del año 1000 casi un milenio completo después, la Judea de entonces, al menos la religiosa, esperaba la llegada del fin del mundo, el apocalipsis estaba a la vuelta de la esquina y en las cuatro esquinas de Palestina abundaban las invocaciones desesperadas a Yahvé por la salvación y proliferaban las figuras mesiánicas que, o bien profetizaban desastres, o por el contrario se erigían en salvadores de la Humanidad. Jesús no era el único bautizado como Mesías (como dice un personaje interpretado por Cleese: “tú eres el verdadero Mesías, y de eso entiendo porque he seguido a varios”), el único con seguidores, el único predicador del lugar. Ni siquiera fue el único que murió en la cruz ni tampoco el creador de su corriente de pensamiento (existente en India seis siglos antes y adaptada desde hacía décadas por diversas sectas de la zona como los esenios). Así que calificar de irreverente la invención de otro Mesías paralelo a Jesús, no sólo es estúpido, sino que va contra la historia.
Partiendo pues de un aspecto respetuoso con la historia, la película se mete con todo y con todos: con la política, con la religión, con la educación, la economía, la guerra, la hipocresía, las relaciones de poder, en realidad, con todo aquello que supone la participación del ser humano en el ámbito público, en la sociedad. En particular, algunos de los dardos más certeros y agudos se dirigen contra la política; inolvidables los debates del Frente Popular de Judea, sus mociones, interpelaciones, proposiciones no de ley, etc.: el derecho a parir de Stan-Loretta pese a no poder parir (“¿dónde vas a gestar el feto, lo vas a meter en un baúl?”) es la muestra palpable de la “política inútil”, del que buen ejemplo puede ser la ONU cuando de regañar al rico se trata o toda esa diplomacia humanitaria para quedar bien ante la opinión pública, de una autocomplacencia asquerosa que sin hacer nada ni proponer una sola solución real a los problemas importantes, pretende acallar la propia conciencia con la ilusión de que se puede hacer algo. Dentro de la política, quien se lleva la peor parte es el nacionalismo. Primero en el retrato de su pobreza intelectual y en el abrazo del dogma como vehículo de expansión (magnífico momento el de “¿qué nos han dado los romanos”?), segundo por la mofa que hace de su habitual fraccionamiento (Frente Popular de Judea, Unión del Pueblo Judaico, Unión Popular del Pueblo Judaico…), llevada al ridículo extremo de reclamar sectores “nacionales” propios para la crucifixión, declaración precursora de lo que supone la exacerbación absurda de los llamados “sentimientos” nacionales y del destino que tal excentricidad depara.
La cuestión de las facciones no se limita a la política. La película es la plasmación de la creación del fenómeno religioso: lo cotidiano, lo trivial, deliberadamente tergiversado o mutado por la casualidad y el oportunismo para convertirlo en excepcional, excelente, sobrenatural, que sólo precisa de creyentes para existir, para ser real. A su vez y por si fuera poco, retrata asimismo la conversión de la religión en instrumento político, con esas sectas que adoran bien a la sandalia, bien a la calabaza, de un señor que no ha hecho nada pero cuyos objetos cotidianos son elevados a la categoría de reliquias destinatarios de una veneración del culto y al que se pretende buscar una santidad en su origen que, en el fondo, no es más que el abuso (al menos al principio) de una mujer judía por un soldado romano (en la traducción española, Traviesus Máximus…). El hecho de que Brian sea un hijo bastardo de un padre desentendido es precisamente el aspecto más controvertido para los críticos cristianos, algo lógico si tenemos en cuenta que la probabilidad histórica de que otras figuras tuvieran el mismo origen resulta más creíble que la llegada de aves fecundatorias invisibles.
En resumen, noventa minutos de risas que, bajo la capa de humor, mordacidad, agudeza e ingenio, esconden una serie de críticas demoledoras de una inteligencia brillante y tras las cuales, en última instancia, no queda sino un último mensaje, muy similar al de cierta campaña publicitaria que viaja en autobús por ahí: puede que dios exista o no, da igual; disfruta de la vida, es demasiado corta para perder el tiempo.
La canción final de la película, un himno contemporáneo, sirvió de colofón también al funeral en 1989 de Graham Chapman, el actor que da vida a Brian (y a algún personaje más). La escena del funeral, el discurso de John Cleese y la canción, no tienen desperdicio, y da una idea bastante aproximada del enorme talento de este grupo de cómicos que comprenden la esencia de la vida: descojonarse de ella lo más posible. Un ejemplo para todos.
Fuente, word press.
La Frase: Bueno, pero aparte del alcantarillado, la sanidad, la enseñanza, el vino, el orden público, la irrigación, las carreteras y los baños públicos, ¿Qué han hecho los romanos por nosotros?
Un Vino: Viña Puebla Garnacha Rosado, un vino sabroso en boca agradable y con una acidez equilibrada que aumenta su persistencia e intensidad.
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